Cuando firmas un pacto contra natura, al cabo del tiempo te estás tirando de los pelos, porque las ideas y las actuaciones chocan irremediablemente, descubriendo el engaño.

Me refiero al Tripartito Valenciano constituido en el Botánico, por PSOE, Compromís y Podemos, tres partidos de izquierdas y catalanistas, como comprenderán, de ahí no podía salir más que miseria y retroceso para la Comunidad Valenciana.

Bajo la sombra alargada del nacionalismo del vecino del norte, Chimo Puig ha puesto infinidad de veces palos en las ruedas para solucionar los graves problemas económicos y estructurales que padece la Comunidad Valenciana, con esa carita de no haber roto ningún plato, nos ha hundido un poquito más, con la hipocresía propia de quien es un inútil y lo sabe.

Ante este panorama de descomposición, la última bengala del presidente, es cambiar a esos elementos de su gobierno tan dañinos que cualquier víbora huye asustada, poniendo en su lugar gente cuyo pasado, es más que dudoso, con lo que todo cambiará, para que nada cambie realmente.

No seré yo quien niegue que arrastramos una deuda histórica de campeonato, producto de las políticas nocivas del despilfarro del PP, y mucho antes del PSOE de Lerma, pero ello no es excusa para que cojas una comunidad quebrada y que la saques a flote y si no eres capaz, apártate y deja que lo haga gente preparada.

Ya no somos capaces de asimilar los casos fraudulentos que van apareciendo día sí y día también, entre ellos el abuso a menores en centros de acogida, noticia que salpica y mucho a la vicepresidenta Mónica Oltra, sin dimitir, agarrada a su escaño, no asumiendo ninguna culpa para vergüenza de propios y extraños.

O la investigación de las subvenciones al hermano del presidente, cuyas ramificaciones van mucho más allá de lo que los medios totalmente apesebrados, nos quieren hacer creer.

Por no hablar del hospital que sale volando, o el no rotundo a los grandes proyectos que traería riqueza a estas tierras, podríamos estar así enumerando mala praxis política y no acabaríamos nunca.

Ante este panorama tan desolador, uno tiende a buscar culpables y vaya si los hay, el propio votante que con tal de tirar a los que están, es capaz hasta de pasar hambre.

Es un voto de odio, de castigo, sin pies ni cabeza, impulsado por un resentimiento cerril que busca la excusa perfecta para no admitir que somos unos descerebrados incapaces de pensar en cómo sacar adelante nuestra región, dentro del panorama español.

Y mientras se vote contra alguien y no al candidato que nos parece más preparado o cuyo programa se ajuste a las verdaderas necesidades de la ciudadanía, los culpables seremos nosotros, el pueblo.

Principalmente, por no exigir que lleven a cabo el programa que nos vendieron a bombo y platillo y que ahora duerme tranquilo en un rincón, sin que a nadie se le caiga la cara de vergüenza.

La Comunidad Valenciana cerrará un día por derribo, ya que quienes dicen gobernar, la bombardean constantemente, bajo el paraguas del bien común cuya mentira, una más, nos quieren hacer tragar con ruedas de molino.

Estamos arruinados, hemos perdido la Banca, dejado pasar grandes inversiones, Puig mendiga con la boca pequeña más financiación mientras dobla el espinazo ante Pujol y compañía.

Que no te engañen, no hay voluntad de arreglar nada, seguimos a la cola de España y nuestros representantes como Baldoví tocan la lira debatiendo el sexo de los ángeles y poco más.

Con un panorama nacional de distopía total, si no hacemos nada desapareceremos engullidos por la entelequia de los Países Catalanes, cuyos francotiradores merman nuestra defensas, ya de por sí tocadas.

El mundo gira y nosotros con él, hoy estás en la cúspide y mañana en el frío suelo, todavía podemos darle la vuelta a cualquier situación antes de llegar a un punto de no retorno.