Vivimos en la madre de todas las Distopías, un revuelto de despropósitos que clama al cielo.

Los valores tradicionales han saltado por los aires y es un sálvese quien pueda loco e irracional.

A los que ya peinamos canas nos ha pillado desprevenidos, soñando en una jubilación idílica que ya no será posible.

Nos toca sacar la espada y defender nuestro hogar de los nuevos peligros que nos acechan.

Pero lo triste de este “nuevo mundo” que nos tocará vivir, es la cantidad de ciudadanos que se siente a gusto mientras le van cortando las alas pedazo a pedazo, es aquello de que, si no hago nada, no soy responsable y sacrifican lo más sagrado la libertad pensando que así sus miserables vidas serán mejores.

Los que por el contrario ejercemos nuestro derecho a cuestionarnos todo, somos los nuevos apestados, leprosos de un pensamiento único tan cerril y cruel que asusta. Y a pesar de todo, en lo más íntimo de nuestra psique sabemos que tenemos razón, ese instinto ancestral nos guía y nos sugiere que nos protejamos porque vienen curvas.

En esta psicosis colectiva que ha afectado a gente con carrera y a personas sin estudios, los que gobiernan han hecho sus agosto, unos porque se han enriquecido de una forma obscena y otros porque han sacado sus bajezas de dictadores reprimidos y salvo meternos en checas, han vapuleado nuestros derechos sin ningún miramiento.

Con un pueblo aterrorizado porque así se lo han hecho saber aquellos que realmente dirigen el cotarro, es complicado introducir cualquier atisbo de sentido común, es darse contra un muro cuando intentas hacerles comprender que esto no va de salud, sino de enriquecimiento y poder.

Cansados de intentar que no vayan al precipicio, a veces, tiramos la toalla y nos aflora un resquicio de crueldad, pensamos que Darwin tenía razón y que esto va de “selección natural” no hay más.

Sobrevivirá el listo, que no el inteligente ya que son cosas distintas, aquel que viendo venir el coche a toda velocidad lo esquive o bien sea él o ella quienes haciendo de chófer del globalismo conduzcan.

Nos dividiremos entre esbirros del Nuevo Orden Mundial y carne de cañón para centros de internamiento y reeducación.

Aunque peor estarán aquellos que sucumbiendo al terror se hayan metido en el cuerpo cualquier bálsamo milagroso con sabor a despedida.

Todo se ha vuelto del revés y ya nos duele la cabeza y el alma al comprobar que somos meras marionetas y que no significamos absolutamente nada.

Al final, hemos comprendido que solo el momento presente nos pertenece y que vivirlo a tope es la única forma de rebeldía que se nos permite, de momento.

Así que preparados para una lucha sin cuartel, vivamos hoy, quizás para mañana sea tarde.